magia. Una chica nunca iba sola al cine, de la misma manera que tampoco entraba sola en un café. Ir al cine era un ritual de grupo, en el que los prolegómenos tenían también su importancia, porque contribuían al saboreo de lasituación.Desdelassugerenciasqueproporcionabaeltítulo de la película que se iba a ver, intensificadas por la contemplación de las carteleras que se exhibían a la entrada con las escenas más emocionantes, hasta el momento de hacer cola para sacar