en misa, después de una misión de ocho días, sollozando amargamente con las manos juntas y la cabeza doblada. Esta prostitución furtiva o eventual era ejercida, según se insiste en algunos textos, por jóvenes desamparadas o sirvientas despedidas. Esta última puntualización explica el recelo con que seadmitíaenlascasasalascriadasquenoteníanunahojade informes lo suficientemente tranquilizadora, ya que entraban a convivir bajo el mismo techo con familias que podían tener hijos en «edad difícil». Se llegó a estimar como una medida conveniente