en la orilla del lago. Allí te hice esa fotografía que aún conservo entre mis papeles. Te apoyabas plácida y despreocupadamente en la barandilla de madera de uno de los embarcaderos, pero no mirabas hacia la cámara; tus ojos se extraviaban en no sé que brumosas lejanías. »Oscurecíacuandollegamosalpueblo.Lossobrinos de Lucía nos proporcionaron algunos alimentos para que cenáramos, pues deseábamos ya pasar a solas la primera noche. Veníamos heridos por los presagios y nos urgía