no se aflojaron las manos. Siente fobia a la oscuridad y al encerramiento, más acusada por cada minuto que pasa; recorre el perímetro de la habitación con pasos cortos, repitiendo gestos involuntariamente. Parece, por sus movimientos, quehaolvidadoalafiguradelsofáyseocupa tan sólo de sí mismo. La caja que derribó en su caída aún permanece en el suelo. Toda la sala le abruma con su inmovilidad; el aire enrarecido y el calor pegadizo