la misma medida que lo desdeñase; y ese barrio tampoco le reconocería como a un hijo de la ciudad; muy al contrario, intentaría burlarse de él, hacerse fuerte humillandole, en cuanto las primeras luces iluminaran su aspecto. Mientras la madrugada y la tiniebla lecubriesenpareceríaasalvoperoencuanto amaneciera su paz no valdría un céntimo. Contempló dubitativo los tres plátanos del parquecillo. ¿Cómo habrían llegado allí? Acaso fueran el último resto de una