en el lejanísimo horizonte. En otras ocasiones seguía la ruta de algún sendero de montaña, pero en estos casos Jano nunca podía controlarla, porque ella iba acompañada por su perro alsaciano. El primer día, cuando intentó seguirla entre lospinosdelaladera,elperroregresóatrásfurioso para descubrir a Jano y ladrarle. Era una situación absurda y desesperante; desesperante no porque provocara pasión alguna sino por el estímulo y la intriga que para él suponía el