como en la época de los alemanes. Reparó entonces en que el propio rótulo de la Rue du Faubourg Poissonnière exhibía unos garabatos odiosos: ¡la alcaldía, sí, la alcaldía, había pasado a sus manos! ¿Quién había adoptado tan estúpida ycriminaldecisión?¿Seproponíahacerburla del pueblo que democráticamente lo había elegido? ¿Acaso no vivían en un país soberano? Se volvió, como un ahogado, hacia la redacción del periódico del Partido: el