amurallaba el muchacho de carne y hueso contra los delicados efluvios de todas las chicas con ganas de casarse que hormigueaban en torno suyo, podía existir también -y de hecho existía- un ingrediente de temor a defraudarlas si mostraba anteellaslaverdaderanaturalezadesusansias,másmotivadas por pasiones carnales reprimidas que por aquellos quintaesenciados jeroglíficos que proponían a las espectadoras contumaces del cine los rostros de Gary Cooper, Alfredo Mayo, James Mason o Gregory Peck. El hombre asocial