alternaban en concéntricos e interminables círculos. Pero Jano, soñando, no se hizo más preguntas. Prefirió sumergirse en la música-lumbre del maravilloso jardín. Dormido, en la noche, sin verdadera conciencia de la realidad, él también se sentía girar en armonía con el Todo. Habíadeseadosoñaryloconsiguió.Quisoqueel sueño decidiera por él y ahora sólo le faltaba interpretarlo. El sueño le había endulzado el ánimo y, al mismo tiempo, se lo había sobrecogido. No podía