flores y los ángeles. Tampoco podía olvidar los relámpagos grises y los fogonazos con sabor a ceniza de la Danza Macabra, así como los chirridos rotos y escalofriantes de Shostakóvich. Pero nada le había impresionado tanto como la presencia de Betina en medio de aquel círculo de seres quedeseabandesplazarsehaciaelmanantialdela luz, mientras los dos terribles ángeles de Nauzí trataban de impedirlo. ¿Qué hacía Betina en el último lugar de aquella rueda de seres desaparecidos, no