salvajes inclinen el testuz, acobardadas por la noche que llega... Un beso, Annick. II --Todo tiene que seguir lo mismo que antes --dijo Genoveva. De espaldas a él, levemente apoyada en el mármol de la chimenea, organizaba un ramo de rosas amarillas. Lasdesplazabanerviosadentrodelrecintode cristal y los dedos resbalaban por los tallos, los separaban, los juntaban, buscando un equilibrio entre la erguida vertical del centro y la desmayada curvatura de los