entre los negros abetos. »Creo, Francesca, que nunca te hablé de este comportamiento mío. Has de saber que, como Ulises ante las Sirenas, yo no deseaba apurar todo el exaltado mensaje de tu voz, que hacía sollozar a la tarde. Por eso,acababaabandonandolalecturayemprendía un paseo por el bosque. Casi siempre lo hacía cuando comenzabas a cantar la segunda de las piezas, aquel Lascia ch'io pianga excesivamente inhumano de puro humano. Al