de aquella mañana ni caprichos, ni desasosiegos, ni desequilibrios. Betina iba y venía segura y serena, llevando ropas o paquetes en sus manos. Fue precisamente entonces cuando Jano se preguntó si tenía razón de ser aquella pasión surgida tan sin querer, aquellapasiónquedifícilmenteluchabaparaalejar sus fantasmas pasados y futuros y llenar su vacío interior. Por fin, al mediodía, Jano vio que Peter lograba comunicarse telefónicamente con la capital. Por lo visto, los problemas