para el Canto. Yo comenzaba escuchando con felicidad y entusiasmo la delicada ascensión de tu voz hacia las primeras estrellas del ocaso. Pero era tan sublime aquella música, tan profunda; era un reflejo tan desgarrador de la Belleza y del sentido trágico de ésta, que yo siempre acababaalejandomedelacasaparasumergirmeen la parte más escarpada de la ladera, entre los negros abetos. »Creo, Francesca, que nunca te hablé de este comportamiento mío.