, portandose como los hombres que eran: todo fueron sonrisas y proyectos para cuando Salvatore regresara curado. Renato se instaló al volante, aguardando impaciente. Al fin el viejo se desprendió de su gente y se dirigió solo hacia el coche, lo que le aproximó al Casino. Avanzómirandofijamentealsentadoenemigo, a los dos hijos de pie junto al sillón, al sombrío grupo de secuaces. --¡Adiós, Salvatore! --disparó entonces con sorna la cascada