respondió Miguel con desdén. Justo después fue cuando el hombre antipático le preguntó si solían hablar de política los de la tertulia y cuando Miguel sintió una vaga desconfianza. El de la cara de niño le repitió la pregunta convozmássuavey,apesardetodo,Miguelintuyó que no debía contestar. Aquellos cuatro ojos de tres colores diferentes le contemplaban con rigor implacable cuando llegó el abuelo, y todos se volvieron a mirarle. Dijo qué desean ustedes,