le hasta tres días después, pero, precedido de la abuela, entró en el dormitorio a la mañana siguiente, muy temprano, y Miguel sintió una vaga inquietud. Fue después de haber practicado el reconocimiento de rigor cuando le preguntó si le gustaban loslibrosdeTintínyMiguelintuyóoscuramentela razón de la visita. Respondió con un gesto esquivo y clavó en la abuela unos ojos hostiles que la acusaban de traición, que inquirían por qué le había delatado, por