sostenía en alto. Después, la contraluz siniestra de su rostro y el intenso fulgor de un medallón y una sortija destacando sobre aquel cuerpo en penumbra. Finalmente reparó en su atuendo, en aquella capa oscura que recordaba las alas desplegadas de un murciélago. Peroloquemásleimpresionófuequeporaquella mano inmóvil que mantenía en alto resbalaban varias gotas de cera candente sin que él pareciera advertirlo. Pasado un momento de silencio, su voz sonó lúgubre: --