un coche blanco conducido por un hombre moreno y con bigote, habían sido diez días maravillosos. Se propuso escribir una novela en la que una científica joven y guapa recorría en balsa el Amazonas en busca de sus fuentes. Varias veces era hecha prisioneraporlastribusdeantropófagosquehabitaban la ribera, pero de todos los peligros la salvaba el amuleto de su sonrisa blanquísima, que los indígenas adoraban por considerarla de naturaleza divina. Cautivados por sus extraños poderes mágicos,