¡La mujer que te los dio estaba comprando tu alma! «¿Los signos del pecado? Ya no sabe qué pretexto inventar para justificarse», pensó Miguel. El abuelo empezó a despreocuparse de que pudiera oírsele y, exasperado porque ella no le respondía, gritó: --¡Dónde están mis amuletos! ¡Contesta de una vez!. Tras un instante de silencio, se oyó un ruido sordo y, casi al mismo tiempo, otro de