color de los cristales emplomados. En la tarima alguien hablaba de conquista, de imperio, de indios cristianizados... Se perdía. Al menor movimiento, los colores cambiaban de lugar, se ondulaban sobre la piel como una capa de agua y las manosdeDavid,sumergidas,sedesplazabansuavemente hasta el extremo de su pupitre. Se perdía, pero nadie se daba cuenta porque las suyas eran distracciones silenciosas y no alteraban el discurrir de las explicaciones. Lo malo era al