ausente de la política mundial. No se puede atribuir la declinación de la influencia europea únicamente a la falta de imaginación política y de arrojo de sus políticos. Después de la segunda guerra, las naciones del Viejo Mundo se replegaron en sí mismasyhanconsagradosusinmensasenergíasacrear una prosperidad sin grandeza y a cultivar un hedonismo sin pasión y sin riesgos. La última gran tentativa por recobrar la perdida influencia fue la del general De Gaulle. Con él se acabó