al oscurecer. La gente vuelve la cabeza y él sonríe. ¿ Cómo resistirse a ese rostro jovial, a esos dientes blanquísimos? Pero en el acto se enfurece: -¡Maldita sea! Las tierras y los ganados son míos,peroelchupóndemiyernoseretrasaenmandarme dinero. Cuando telefonea le grito, pero como mi garrota no le alcanza... Y en casa de mi nuera no quiero pedir. -No tengas prisa, hombre;