en el cofrecillo, tuvo la terrible certeza de que la abuela le había comprado su silencio acerca de la presencia del Hombre Invisible. Vivía con el vago temor de que Wilhelm Storitz estuviera secretamente a su lado, ocupara con él una misma habitación. Quién había cerrado aquella puertaoproducidoesteruidoocambiadotalcosa de sitio, de dónde procedía este olor tan raro o ese clandestino sonido de pasos. Antes de meterse en la cama hacía una revisión minuciosa del