la derecha. La luz vuelve a dar relieve a la DAMA, sentada en la tarima a la izquierda.) DAMA.- Ni menos. Nadie puede medir la desgracia de otro. (Se levanta y, sin tomar su aparatito, baja de la tarimayechaaandarhacialaderecha.)Siaquellamujer de la mano suplicante, tan torpe y tosca, padecía más o menos que la «Profesora», nadie puede saberlo. (Ha llegado cerca de RUFINA. Mira hacia la izquierda.) Después