entonces no habían pasado de desgranar consejos, consuelo y oraciones: «--La honestidad, hijo, es la riqueza del que no tiene otra cosa». Del que no tiene fortuna y del que no tiene agallas, pensaba él ahora. Lacuestiónestabaenpoderosaberenfrentarse a un destino aciago o parar un golpe que iba directo al corazón. Si él, que nunca tuvo cuchara de plata, se enfrentaba en un momento como éste a un hecho