la, era cierto, y ahora tampoco quería volver a la sala, a juzgar por el escaso ánimo que se daba para abandonar el cuarto de baño. Quizá el dormitorio fuera un buen lugar para tenderse un rato y recuperar las fuerzas, al menos las fuerzas necesarias paraafrontarelcadáveryelteléfono.La cama era un lugar tan suave, tan tentador... Recordaba perfectamente el frescor de las sábanas de una cama recién descubierta y el modo de deslizarse