de todo el local porque sus dos compañeros se despidieron. Aquel día pudo entrever en su rostro una desesperación terrible que sólo un resto de coraje y una dignidad suprema convirtieron en rígida tristeza; y pensó en esa clase de gente que atribuye al honor la fuerza quenotieneparaafrontarladesgracia. El hombre caminó hasta que una suposición le obligó a detenerse: El barrio parecía extenderse más allá de sus conjeturas y éstas eran tan deprimentes y oscuras como el