aquel atento mirar, bien instalado en su asiento, tan ajeno a todo lo que no fueran las emociones que, casi sin darse cuenta, convertían en paisaje de sus propias esperanzas el interior de alguna de aquellas casas soñadas, la que le permitiera observarse a símismocontemplandosusueño. Le pareció sentir en sus hombros el peso del sudor, una paciente y untuosa percepción del calor que la habitación depositaba en él; era distinto del que asomaba por los