embargo, que lo más leal era someter mis dudas al amigo. Comprobé, entonces, que su fe en el tónico era inconmovible. Cuando por fin llega lo que hemos deseado, advertimos que también eso, como todo en la vida, está erizadodeincomodidades.Laceremoniaempezaba a las once de la mañana, pero no se desarrollaría en Amsterdam, como me obstinaba en creer, olvidando lo que me habían dicho, sino en La Haya. El conserje del