mesita del té. Al ver a su amiga, Arturo sintió emoción y alivio, como si hubiera temido por ella. Trabajosamente se levantaron la señora y el señor. Hubo saludos; no palmadas ni abrazos. Ya se preguntaba si lo que había imaginado sería falso, cuando Carlotamurmuró: --Traté de avisarte, pero no conseguí comunicación. --Creo que me llamó Salcedo. No estoy seguro. Se oía muy mal. La señora le sirvió una taza de