asomes. El viejo bajó una vez más la escalera haciendo sonar sus pisadas de amo y emergió, más erguido que nunca, de las sombras del zaguán. Sus amigos acudieron desde el café, portandose como los hombres que eran: todo fueron sonrisas y proyectos para cuando Salvatore regresaracurado.Renatoseinstalóalvolante, aguardando impaciente. Al fin el viejo se desprendió de su gente y se dirigió solo hacia el coche, lo que le aproximó al Casino.