sigue reteniendo la vieja en su mano, vacilando. Como cuando los aldeanos en la consulta del abogado -piensa Hortensia- no saben qué hacer con el sombrero. -No necesitas tirar la vieja, hombre... ¿Te laguardoyo?...Alomejorundíateapetecellevarla. «Otra vez me adivinó... ¡ Qué gusto! » -Le tengo cariño -reacciona el viejo, entregando su tesoro para custodia- y es de mis ovejas.