un duendecillo blanco, a Brunettino en su pelele, dirigiendose bamboleante, pero resuelto, hacia el dormitorio de sus padres. En un instante desaparece: ha entrado. «¿Y ahora?», piensa el viejo inquieto. «¡Ay, niñomío,tehasequivocado,teatrevesdemasiado...! ¡Esas botitas te enseñaron a andar de prisa y te confías!... Pero de noche no corretean los niños, no te van a dejar, quieren que duermas solo... »