, ocupaba mi pensamiento por completo. Lo demás ya no tenía importancia. --Bueno, me voy --dijo Juana de pronto. No quise retenerla por más tiempo. Parecía muy enfadada conmigo y con todo el mundo. Pensé que tenía motivos paraestarlo.Ladejémarchar,incapazdepronunciar una sola palabra. Pero ella se volvió desde lejos y me gritó: --¡Ellos se llevarán también a Santiago! ¡Yo lo sé! Pensé que su