. «¡Dios mío, qué cruz!» El viejo se indignó ante esa mentira; primero, porque ella no tiene olfato, y segundo, porque ya ha suprimido incluso el cigarrillo de media mañana, que calmaba a la bicha. «Rusca, compréndelo;tendrásquefastidiartecomoyo.Aunque nos cueste.» Se ha cortado ligeramente. Se alegra; eso lo arregla la piedra de alumbre y, además, un poco de sangre hace macho en