Rue de la Lune, adusta como un decorado de cartónpiedra, comprueba a diario que siguen indemnes: para su gran satisfacción personal, las porteras y vecinos de los vetustos inmuebles han renunciado definitivamente a borrarlos. Si se cansa de hacer el turista -reproducimos aquí,comohabráadvertidoellector,lairónicaexpresión de su propia mujer-, va a alguno de los cafés del bulevar donde suelen darse cita los numerosos grupos exiliados, revolucionarios o contrarrevolucionarios, acogidos