sortija destacando sobre aquel cuerpo en penumbra. Finalmente reparó en su atuendo, en aquella capa oscura que recordaba las alas desplegadas de un murciélago. Pero lo que más le impresionó fue que por aquella mano inmóvil que mantenía en alto resbalaban varias gotasdeceracandentesinqueélparecieraadvertirlo. Pasado un momento de silencio, su voz sonó lúgubre: --¿Miguel? El niño asintió con la cabeza, al tiempo que tragaba saliva, más asustado que nunca.