cantar. Se le unió una mujer. Cantaban canciones del Oeste, sentados en una mesa, se pasaban el brazo por los hombros y sonreían. La fiesta había empezado temprano, y por la fachada de cristal del salón se filtraba unaluzverde,elresplandordelbosquequerodeala casa. Un bosque exuberante, aparentemente impenetrable, pero que acoge en su espesura muchas casas, ocultas unas de otras. Los dos niños de la casa se fueron a jugar,