sin embargo, noto en tu última carta un matiz de renuncia. Al principio todo eran impaciencias y gestiones, no hablabas de otra cosa. «Tengo que ir --decías--. Tengo que ir aunque no consiga la beca, aunque me enrole de marinero, aunquetengaquelavarplatosparasobrevivir...» Ahora empiezas a hablar de los cursos del Doctorado, de la oportunidad de algún trabajo para ir tirando hasta que puedas venir aquí. Es verdad que pienso en mí,