temblor trágico transformó su voz. --Fernando, me dijo tomandome del brazo, Fernando, tú eres mi mejor amigo y sólo a ti te puedo confesar que tengo miedo, sí, miedo de morir mañana de un tiro en la nuca en un campo abandonado. Elabuelocontemplóuninstantelosgriseslaureles del friso. Tenía dos surcos en torno a los ojos. Después siguió narrando antiguas historias, rememorando los años que había pasado en Madrid. Con una sonrisa