podría haberlo tomado de una biblioteca pública. Carlos asintió con ese gesto breve que se había hecho tan habitual en él y leyó los párrafos que narran la destrucción de todos los frascos que contenían el elixir de la invisibilidad. Cuando dejó caer ellibrosobrelacama,Miguelcontemplabapensativo el friso de laureles. --¿Vas a entrar a verla? El niño negó en silencio, conteniendo el llanto. Sin embargo, entró. La abuela le acogió con