y qué desobedientes... ¡Venga para adentro antes de que se entere la abuela! --les ordenó, casi sonriendo. El abuelo no estaba en casa cuando llegaron aquellos dos hombres preguntando por él. Como insistían en esperarle, Carmina les acomodó en el recibidor. Miguellescontemplabadesdesusillón: ambos vestían impersonales ternos grises y discretas corbatas, pero sólo uno de ellos hablaba, el que tenía cara de niño y un ojo de cada color. El hombre