él. Por eso evitaba a la abuela, por eso a la hora de la comida se sentaba en la silla más lejana de la de ella. El ambiente estaba tan enrarecido que nadie advirtió la gran libertad de movimientos que Miguel habíallegadoacobrar.Dehecho,podíaandardeun lado para otro sin que ninguno se preocupara de recordarle que debía guardar reposo. A cualquier hora del día, tanto de la mañana como de la noche, podía recorrer