dibujara la cara de Agus con orejas de burro o se metiera en la boca cuatro pastelitos juntos. Todas las tardes la abuela entraba sonriente con la bandeja, la dejaba en el tablero y salía sin ruido de la habitación. Una vez, sin apenas dar tiempo aquesealejaraporelpasillo,Germánselevantó de un salto y gritó sin ningún rubor: --¡No me gustan los pasteles de nata! ¡Prefiero comer caca que pasteles de nata!