, pero hube de rechazarlo, porque no tenía demasiada confianza en su eficacia, aunque no fueron éstas las razones que le di, sino las siguientes: --Su puesto está aquí, don Plutarquete: quédese cuidando a María Pandora. Yo tengo, por más que meavergüenceconfesarlo,unaprácticaenentrary salir de las casas sin ser visto de la que usted carece. --Pues si tú vas --terció la Emilia--, yo te acompaño. Sea por el cansancio que me tenía muy debilitado,