baño, ronronea la máquina de afeitar de Renato. Pasada la fiesta, se reanudan las prisas matutinas. Con la cafetera en el aire, Andrea se impacienta. -Sí, gracias... Y no me vuelvas a llamar «papá». -Losiento.Siempresemeescapa. -No es eso. Desde ahora llámame abuelo, nonno. Andrea, un instante irritada, le mira con enternecida sorpresa. «¡Cómo quiere a mi hijo! »,