ganas de vomitar. --¡Mamá! --gritó. Y ella abrió los ojos. Levantó la cabeza e irguió el cuello largo, surcado de arrugas, en dirección al hijo. «Parece una culebra», pensó David. Sintió unas ganas absurdasdereíryluegoseavergonzódesímismo. «Estoy borracho», reflexionó. Luego preguntó: --¿Dormías? La madre le examinaba, espiaba las ojeras, aspiraba el aliento que él trataba de contener