el fulgor nacarado de los dientes. --¡Qué figura! --suspiró la madre. David miraba por encima de su hombro, apoyaba en él la barbilla y aspiraba el perfume dulce y espeso, y al mismo tiempo amargo, que usaba la madre. --Muyguapa--asintió. Seguramente aquella chica, la princesa, usaría un perfume de rosas o violetas o quizá jazmín. Sí, el jazmín era muy apropiado para novias, tan blanco y puro y oloroso