su goce la circunstancia, la estación, el tiempo ya clausurados para la mayoría. Y percibió que milagrosamente todo recuperaba en torno a sí la placentera plenitud estival: la mujer envuelta en su túnica blanca, bajo el sol y el cielo tensamente azul, y aquella lámina vegetal queardíasobreelagua,preservandobajosudelgadísima textura el calor de los días ya pasados. Fue sólo un momento, porque la maga, al golpear con su cuerpo la superficie líquida, había convertido el primoroso tapiz